Procesión de entrada. Bendición de las candelas. Mientras transcurría por los laterales del Templo, vinieron a mi mente esos cincuenta y seis años ya, que va a cumplir la Hermandad, y acudieron de golpe los actos anuales que celebramos. Mientras los repasaba, miraba a los recién nacidos, que trás haber recibido las aguas del Bautismo, hoy venían acompañados de sus padres y abuelos para ser presentados a la Santísima Virgen como entonces, hizo María con Jesús. Entonces estaba en el Templo el anciano Simeón, como anoche los abuelos, dando gracias a Dios por haber visto a su Hijo y pudiendo ya morir tranquilo. Los abuelos de anoche, tenían los ojos brillantes por la emoción del acto. Disfrutaban de ese momento en que la vida les regalaba este hermoso acto.
Nuestra Madre, estaba espléndida en el Altar Mayor, Blanca, Pura y Radiante, y me acordé de que además de disfrutarla cada día del año en que está en su altar esperandonos, Ella nos dá la alegría de estar ahí para recibir a nuestros hijos y nietos. En Semana Santa, nos dá el testimonio del amor a su Hijo, acompañandolo hasta la Cruz y recibiendolo muerto en sus brazos, viendo como la profecía de Simeón se cumple y su corazón es traspasado por los puñales del dolor. Y luego, en Octubre, ese mes misional en que se resalta a a quellos que hasta los lugares más insólitos llevan la palabra de Dios y su Evangelio, se nos levanta de buena mañana, se envuelve en su manto y pasea por las calles de nuestra feligresía despertándonos a su paso con el arrullo suave de las miles de Avemarías que surcan los aires de La Plata.
No me digáis que no nos hizo nuestro Moreno, el mejor de los regalos cuando muriendo en la Cruz, nos la entregó como Madre.
Que Ella, siga siempre acogiendonos bajo su manto y protegiéndonos con el fuego inmenso de su amor.
En homenaje a Pedro Lahera y a Luis Motrico
¡¡¡GUAPA!!!
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